martes, enero 03, 2006

Viagra


¡Quién chucha se creía! Con el orgullo herido, me negué con voz, pies y cabeza a su petición.

Pero ella insistió.

Estiró su delgado brazo moreno para pasarme el frasco que, como único adorno al entregármelo, desnudó completamente el cuerpo. La miré: Tetas chicas pero altivas, cintura muy marcada: quizás caderas demasiado grandes, erótico pelo negro ondulado, piel perfecta y, una inteligencia diamantífera que emanaba de sus ojazos negros -una vez, cuando me coqueteaba, conjugó "ir" por "iva" en un crucigrama-. Toda ella, desnuda, sentada en sus talones sobre el cubrecama ¿Cómo explicarle que no necesitaba esa huevá de medicina?

Por amigos me había enterado que había sido depresiva, que incluso hace muchos años atrás la habían internado. Probablemente algún trauma le quedaba. O no creía en mí o tenía complejo de fea.

Rápidamente saqué la última pastilla de sildenafil, cerré el frasco y lo dejé por ahí. Apagué la luz y, lanzándome encima de ella, deposité la píldora entre sus labios.
- Deberás dármela tú, galanteé.

Ella comenzó a forcejear con "la pastilla de la felicidad" entre los dientes y, en alborotada risa, nos dimos un par de vueltas sobre la cama y caímos al suelo. Después del golpe, para mi preocupación, se quedó callada y emitió una pequeña tosesita. Me incliné sobre ella y me miró con sus ojos inteligentes.

Muy seria, anunció haberse tragado con el golpe la píldora mágica del sexo.

Imaginé inmediatamente un voluminoso cuerpo cavernoso emergiendo de su femenina entrepierna, una naciente virilidad bajo su pubis. Al parecer, ella pensó lo mismo porque se veía preocupada:
- Tengo que vomitarla, me dijo
- No pasará nada... si te sale un pene dejo que me lo metas, me reí
- No... en serio... ayúdame, insistió.

Con la seguridad de los que no saben, le prometí que no pasaría nada. Ella me negó con la desconfianza de un pájaro:
- Tú no sabes nada, sentenció con toda la razón del mundo.

Pero luego la discusión se tornó más acalorada. Ella estaba desesperada y no soportaba mi tranquilidad. Gritando, llorando y mordiendo me arrastró hasta el baño donde tuve que ayudarle a vomitar cada recoveco de sus entrañas. Después ella se tranquilizó, tomo su ropa, se vistió, me insultó con dos o tres palabras y se fue.

Me quedé solo en la pieza del motel. Prendí la tele y vi a una pareja que se destrozaba en repetitivos movimientos centrípetos. Me lo había perdido. Apagué la tele. ¿por qué se había urgido tanto?¿no existen acaso tratamientos médicos en los que las mujeres toman viagra regularmente? ... Loca de mierda.

El frasco estaba en el suelo. Apenas lo tomé, la etiqueta se desprendió sospechosamente.

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