martes, junio 23, 2015

Weird Tales: La noche mas larga



Susurra, y como el aliento de un dragón, sus palabras se condensan y deshacen en el frío de la medianoche.

- ¿Tienes miedo?- Sus ojos son navajas desenfundadas y sedientas.
- Si…
- Muy bien… ¿estás listo?

Solo esta ella, envuelta en su eterno cabello negro. Ella y yo. Su rostro como la nieve me observa curioso, moviendo el eje de su cabeza como búho al acecho. El frio me adormece la piel. Es como si emanara de ella, como si ella fuera la fuente del frio y la oscuridad del universo. Desnuda, avanza lentamente, solemnemente, sonriendo. Su menuda y pálida forma enmarcada por su eterno cabello negro, que todo lo envuelve, como la noche más larga.

- No te preocupes…- roza con sus labios mi oído mientras su mano izquierda acaricia mi cuello – dolerá…

No siento la puñalada, solo su siseo de placer. Se retuerce y gime, sus ojos se desorbitan y su barbilla tiembla mientras emite un ronroneo, un gorjeo anterior a la creación de la vida misma. El frio penetra en mi pecho mientras la sangre comienza a manar sutilmente. Con fuerza inhumana agita el puñal (o tal vez es su mano, no lo sé con certeza. A estas alturas da igual). Mi esternón y mis costillas chasquean y se astillan. Eso si lo siento. Mis pulmones se comprimen por al cambio de presión. Trato de aullar en vano. No puedo respirar. Como lombriz en el anzuelo me retuerzo, tratando de sobrevivir, pero ella me sujeta ferozmente por la mandíbula inferior, metiendo sus dedos dentro de mi boca.

- No te resistas, es inútil, solo extenderás el dolor. ¡Entrégamelo, entrégamelo todo, por favor!!!
- ¡¡¡¡Gggggaaagaaacaa gueee gaa conngaaa guee gu gaaagree!!!!

Como una rata diligente, hurga dentro de mi pecho, escarbando, arañando, desgarrando, sonríe enloquecida, riendo como hiena hambrienta frente al festín. Poseído por la agonía, la muerdo y se me va la vida. Mis dientes rechinan, se congelan y se quiebran mientras penetran su piel de hielo. Ella se paraliza, respirando silencio, y su mueca de goce desaparece. Por un momento, solo el borboteo manando de mi pecho y sus dedos quebrándose llenan la escena. Siento mi sangre regarse a mi alrededor, como un lecho tibio que lentamente se extiende y se enfría. Pierdo fuerzas y ya no tengo aliento. Me suelta la mandíbula y observa sus dedos trisados y torcidos. Caigo despaldas inerte, la  vida escapándoseme por el pecho. Sus ojos fulgurantes me contemplan en un rabioso silencio. Se monta sobre mí, como una amante, mientras recompone los huesos de sus dedos, haciéndolos chasquear. Ambas manos están ahora cubiertas con mi sangre.

- Eso fue innecesario, y de muy mala educación. – sus ojos relampaguean.

Con el índice de su mano derecha se tiñe los labios de tibio escarlata. Sonríe, salvaje y fría, hambrienta, y  acerca sus labios rojos a los míos.

- Bésame por última vez.

Gentilmente posa sus labios sobre los míos. Una gota de mi sangre se cuela en mi boca, mientras con su lengua extingue mi aliento. El resto es silencio.
Puedo ver la escena desde la distancia. Ella destroza la caja torácica de aquel cuerpo inerte y devora su contenido, hundiendo la cabeza en el pecho. De cuando en cuando levanta la vista y contempla en la dirección en que la observo, sonriendo, el rostro teñido, como un depredador luego de la caza. Deja el corazón para el final. Con sumo cuidado lo extrae, y arranca pequeños hilos negros que echan raíces en el, cubriéndolo por completo. Le toma tiempo, pero lo hace pacientemente. Lo lame cariñosamente hasta dejarlo limpio, y como un felino, juega con él un rato, manoteándolo y saltando a su alrededor. Luego lo devora lentamente, saboreándolo golosa. Ya no siento el frio, allí desde contemplo todo. Solo puedo ver su cabello negro que todo lo envuelve, como la noche más larga. Finalmente también me envuelve, colándose bajo mi piel con un suave arrullo. En la completa oscuridad, puedo escuchar su voz. Un susurro, que me toca como un suave copo de nieve.

- Realmente disfrute la parte en que me mordiste…

De pronto siento el frío nuevamente. Entumecido, mi cuerpo comienza a temblar. Me agito de un lado a otro y ruedo. Despierto de golpe, desnudo en el piso de mi habitación, junto a mi cama. Me levanto con dificultad, mascullando en un idioma olvidado, adolorido y agotado. No me interesa la luz de la luna creciente, ni la madrugada del primer día de invierno. No me interesa si alguien o algo me observa y se ríe, o tal vez siente compasión. Solo me interesa volver a la cama y envolverme entre las mantas, perderme en un dormir tibio y sin sueños. Pero no puedo. Amanece, y aun puedo saborear una gota de mi propia sangre, mesclada con su beso.


- Ni con mil polvos se me cura esta custión…