El vampiro profeta

Una clienta me obligó a acompañarla a un pub gótico. En la mesa, no en la superficie si no que en la cara opuesta (no me pregunten como llegué a mirar allí), estaba escrita esta historia:

"Cazado en su cubil -guarida de alimañas, diablos y ángeles caídos-, derrotado, exhausto y abandonado a los designios de un pertinaz adversario, Vanda Van, el hijo de Duggu Van, tendría una pequeña discusión antes de caer en el negro sueño de la muerte de los vampiros.

Su verdugo -cicatrices de una dentellada en los labios, medalla de san Benito al cuello, olor a inciencio emanando de las oscuras túnicas de cura exorcista- contraía una mano firme alrededor del cuello de Vanda y con la otra, la diestra, blandía la espada de la iglesia con su característico filo ambiguo de sangre y de vida, de paz y guerra, resurrectos y crucifijo. La mueca en su boca había revelado al tenebroso vampiro -pues como todos los de su raza, conocía de la sangre, de la piel y de la vida como ninguna mujer u hombre viviente- que una imborrable huella marcaba en el alma del sacerdote las caricias del diablo.

-¿por qué ríes?- preguntó Vanda Van con inmaculada voz mientras su garganta era estrangulada por el sicario de Cristo
-Antes del amanecer habrá un vampiro menos en el mundo- respondió el religioso después de un silencio, con la respiración agitada, para después comenzar a recitar la letanía de los santos
-Kyrie, rex genitor ingenite, vera essentia, eleyson...
-Señor, Rey y Padre no engendrado, verdadera esencia de Dios, ten piedad de este cura blasfemo de mierda- interrumpió Vanda Van con poderosa voz, mientras dos afilados colmillos brotaban de sus blancas encías y mientras sus amarillos ojos se transformaban en luminosas esferas de color púrpura. El sacerdote, conociendo los peligros de la dialéctica de los demonios, continuó:
-Kyrie, luminis fons rerumque conditor, eleyson...
-Ahora veo lo feliz que te hace tu trabajo
-Kyrie, qui nos tuæ imaginis signasti specie, eleyson...
-Me desternillo de la risa al verte tan...
-Silencio Lucifer!!!! Te estoy enviando al infierno
-A eso es lo que me refiero -dijo el vampiro con furia- déjate de sandeces que el diablo no existe. Termina de atar mis manos a este mueble y perfora mi corazón con esa estaca de una vez... ya no soporto toda esta fiesta...

El sacerdote continuó con su plegaria. Ató las manos de Vanda Van a un mueble de madera y comenzó a afilar con un cuchillo el aguijón de madera autóctona. El vampiro continuó:

- No te preocupes, tu falta de fe se ve hasta en los más santos hombres. ¿el Doctor Angélico, lo conoces? ¿Santo Tomás? Desesperado se sumergió en los filósofos griegos para encontrar alguna respuesta a su razón insatisfecha -como tus mujeres, si las hubieses tenido-. Nunca logró demostrar la existencia de tu dios. Te aseguro que murió en la más absoluta de las tinieblas, abandonado en su loca efervesencia por escapar del ateísmo. Igual que tú.

- Calla. Son tus últimas palabras, no las derroches.

- ¿me equivoco? ¡¡¡Estás alegre estúpido!!!!... tú te equivocas... ¡¡¡me crees la prueba evidente de la existencia de tu dios!!!!... me molesta tu cruz y me dañaste con tu agua bendita, pero mi maldición no es sagrada, hay longitudes de ondas electromagnéticas que no soporto -el color dorado es insoportable- y la sal de tu agua me irrita tanto como derrite a las babosas del pasto. Reacciones químicas, hijo de puta. Me meo con una cruz de oro, cualquier otra me la cag...

Los médicos y los cazadores de vampiros conocen muy bien la morfología del cuerpo. Estaca en punta, martillo en movimiento, golpe seco y alharido siniestro.

Antes de irse, el sacerdote guardó la estola y el resto de sus implementos en el maletín. La próxima vez, la cruz sería de madera y el agua de la pila bautismal."