sábado, abril 29, 2006

Manual del transeúnte optimista


A continuación: extracto de un edificante libro de autoayuda que mucho bien me ha hecho.

"Al principio cuesta un poco, pero hay que lograrlo. La confianza en uno mismo y en los demás es vital.

El buen vestir y el aspecto agradable siempre ayudan. Ducha en la mañana y desodorante bastan para que un latinoamericano camine fresco por la calle. Además, el semblante del buen transeúnte optimista debe ser alegre y natural. La risa medida de un caminante solitario ayuda a mostrarse inteligente y despreocupado (debes recordar que, muchas veces, eres como te ven).

El encuentro con el sexo opuesto (caso hétero) le aporta al buen transeúnte optimista una oportunidad inigualable de poner a prueba su visión optimista de la vida. La opinión que pueda tener una mujer atractiva sobre un hombre puede influir vertiginosamente sobre su ego - recordad pues la bella historia de la princesa que transforma en príncipe a un sapo con un beso- y es por esto que es importantísimo saber reconocer los efectos del aura poderosa del transeúnte optimista sobre la gente que lo rodea, en particular con el sexo opuesto.

Por ejemplo, un transúnte optimista viaja sentado en un subte con el carro casi vacío y una hermosa mujer con minifalda se acerca a él. El transeúnte optimista sabe como interpretar las acciones de la mujer y, si la escotada se sienta a su lado, reconocerá inmediatamente que la mujer quiere algo con él. Si la mujer se sienta enfrente, interpretará inmediatamente que la mujer quiere observarlo y ser observada y, la última opción, si la mujer se sienta detrás de él, entonces es porque quiere observarlo descaradamente y sin verguenza alguna.

El contacto visual es también una poderosa instancia de encuentro. Un peatón optimista camina por la calle hacia su trabajo y se encuantra con una escultural diva de ojos azules caminando en dirección contraria. Después de un primer contacto visual, necesario para que la dama perciba las cualidades del positivo caminante, el hombre debe interpretar las acciones de la mujer con cautela. Si la voluptuosa fémina vuelve a mirarlo a los ojos, el buen transeúnte optimista debe detectar en ella una atracción física considerable hacia él. Si la mujer lo mira nuevamente pero no a los ojos, entonces debe reconocer inmediatamente que están admirando su cuerpo. Si, en cambio, la mujer no vuelve a mirarlo es porque algún problema tiene.

El buen transeúnte optimista debe estar atento a roces en el transporte público, risas secretas en grupos de colegialas, miradas reflejadas en los vidrios, bostezos propios contagiados a bonitas féminas, mujeres que se arreglan el pelo o revisan su pintura.

Nada es casual. El atractivo de un transeúnte optimista es innegable.

El transeúnte optimista simpre cree que aquella mirada coqueta fue más intensa de lo que fue, y tiene razón.

El transeúnte optimista sabe que sus éxitos son propios, del atractivo natural, y no de una bufanda en particular o de aquella chaqueta que tan bien le queda.



En el próximo capítulo, discutiremos sobre la confianza que el buen transeúnte optimista debe tener en la tecnología y sus usuarios. Día a día el transeúnte optimista debe confiar su vida a choferes, frenos, cinturones de seguridad, pedales y pavimento, por lo que resulta necesario reflexionar sobre la perspectiva que debe tenerse al respecto."

lunes, abril 24, 2006

Soy Devora, y tengo lo que quieres.

Devora
Tengo siete kilometros de piernas que hacen mi cuerpo irreal,
Rajuño y muerdo si te pones encima mío, cual maquina devastadora de Jungla.
Soy una herida en la boca, dolor caliente de placer invisible.
Tengo tetas de belleza narcótica que verás al cerrar los ojos.
Y eres como el mar si estoy encima, como un transatlántico fantasma hecho de gemidos.
Soy el loto perfecto, y la feliz esclavitud del hombre.
Poseo ojos de pantera en celo y estoy loca como una liebre en primavera.
Mi lengua tiene la fuerza de un geiser que nunca descansa.
Mi cintura hizo al ceramista, cuando bailo causo florecimientos.
Mi culo es causa de religiones y mis labios son aves en flor de vuelo.
No seré tu única mujer, pero no habrán otras después de mi.
Las camas tiemblan al verme, y los parques y las calles conocen mis gritos.
Tengo un tatuaje en mi monte de Venus, que marca en dulces susurros el camino de tu lengua.
Soy inocente y pervertida, sucia e irresistible, macabra obra de tus deseos,
y me deseas, yo sé que me deseas...