miércoles, abril 01, 2009

Asterion


Pasiphaë se cae de sueño varias veces durante las noches que pasa en el balcon mirando hacia los campos de su rey, Minos a quien desposo y al cual gracias a su alianza a Poseidón habia recibido un hermoso toro blanco al que llamaron Asterión. Pero no todo iba bien, en los ojos de la reina Pasiphaë se comanzaba a reflejar la soledad del mar cuando miraba a veces el rugir de su hoguera.

Daedalus, el mayor arquitecto de la antigüedad, notó su angustia y su mirada a los campos. Arrodillado pidió a su reina que le diera a conocer su pesar para remediarlo.

"He notado que Asterión deja de pastar cuando ve que le observo, se coloca de lado para mostrarme su porte, y veo en él una nobleza y un valor que no he visto en ningún hombre. Cómo es que un toro noble vive en libertad en los campos y yo como reina le pertenezco a un rey solamente?"

Daedalus bajo la cabeza en sombria ausencia y al levantar su mirada dijo a su reina que no se preocupara, le prometio encontrar una respuesta para el final de la cuarta luna llena a partir de esa tarde.

Hacia la tercera luna, la reina había perdido su juicio, bailaba desnuda frente al toro y le vestia con las ropas de su esposo, le acariciaba y le daba frutos de comer y vino de beber. Minos siendo un hombre de virtud y proezas estaba completamente espantado por la escena, y sin embargo no podia deshacerse de Asterión porque era un regalo del dios del mar.

Al comienzo del último día Dedalus, el hábil arquitecto regresó con lo que parecía ser una vaca de madera revestida en pieles. La reina se mordió los labios e hizo que sacaran el artefacto a los campos donde pastaba el toro blanco.

En una noche como esa, crepuscular, y con la luna nueva sangrante en el bajo horizonte del atardecer la crin del toro relucia mientras olfateaba la vaca-golem y hacía antiguos rituales olvidados para seducir a su hembra. Pasiphaë entonces comenzo a mujir y rezongar dentro de la cavidad. Poco después, la gruesa verga del toro entraba al armatoste con mansa actitud. Pasiphaë colocó sus piernas en las correas de cuero que colgaban del artefacto y poco a poco fundió su miembro con el del Asterión. Repetidas envestidas de magnitud devastadora hicieron a la reina acometer en sollozos varias veces, mientras le hablaba a su amante taurino en voces, veces turbadas, veces seductoras.

Entre largas jornadas y mucho desear, la noche llegó a su fin. El Sol hizo a la bestia dejar su labor, cansada y elemental, para echar el lomo en la yerba fresca del prado. Pasiphaë también en el hilo de sus fuerzas salió de su escondite para dormir junto a su amado. Pues el amor que sentía por la bestia no es de hombres, y tampoco por ellos ha de ser comprendido.

Solo nueve meses después con el respaldo de Minos, justo y sabio, nació un ser blasfemo, que de no ser obra de los dioses iría directo al Hades. Pero su destino era otro. El llamado Hijo de Asterión, el Minotauro, fue concebido y a la vez fue el asesino de su misma madre. Minos, que de piadoso pudo superar al mas bueno de los mortales, fundó un laberinto donde los caminos hubieran de contener al monstruo, hijo de aquel amor imposible entre la reina y el regalo divino.

miércoles, enero 21, 2009

Motel Dragón.


Es dificil contar una historia de motel que no se sepa ya: muertes, historias de traiciones; pero el motel Dragón tiene una história particular.

A la entrada se llega paseando por un largo camino de tierra internado en el desierto, con luz tenue que casi deja perderse a los que pretenden alcanzarla. En la recepción, una mujer asiática pequeña entre cortinas rojas. Sonrriendo, muestra la lista de precios con el último número tachado por una gruesa línea roja. Se alcanza a leer: "Suite Dragón - 40.000 pesos".

- Esa. - Le digo con el dedo.
- No é posible.
- Bueno, entonces dame la nueve.
- Bien, toallas, ¿Quiele?

Antes de que pueda responder, la recepcionista desaparece entre las cortinas que rodean la pequeña recepción.
Ella (cuyo nombre será S), me mira con un destello mientras salta el mostrador y saca las últimas dos llaves, una con un gran "9" en el llavero, y la siguiente que llevaba una trenza terminada en nudo de cordeles de seda rojos.

- Rápido, cambia las llaves!

Todo pasa muy rápido. Vuelve la recepcionista, nos da las toallas, la llave número 9 y nos indica el camino con el dedo diciendo algo en quien sabe que idioma.
Tomamos el auto para dirigirnos a la cabaña 9. Era un lugar extraño, con muy poca luz, ni rastros se veía de otras personas, un silencio absoluto envolvía todo, y no parecía haber una relación numérica entre las cabañas contiguas, lo que hacía aun más difícil encontrala.
Cuando al fin llegamos, dejamos el auto estacionado fuera de la cabaña para despistar. Andando, al poco rato encontramos el final del camino y la Suite Dragón. S sonrreía bajo la luz nocturna y sentí impaciencia en entrar para poder hacerla mia... Hace 4 meses que salíamos y esta era la primera oportunidad que me daba de hacerlo.

Por dentro, la suite era muy especial. Se sentía como que te transportasen a la China misma, con sus decorados y colores. Cientos de pequeñas lamparitas iluminaban el espacio. Vi por la expresión de S en su rostro que le parecía el lugar ideal para este momento "especial", aun que para mi todo esto eran detalles. Sólo podía pensar en su cuerpo, y la silueta que esa luz tan especial formaba en ella. La cama era redonda y central, encontramos y encendimos un incienso, bajamos las luces y encendimos velas, todo cortesía del Motel Dragón. Ese fue el momento en el que me pregunté fugazmente: ¿por qué habrán tachado el nombre?

S me agarró por sorpresa y me paso la lengua por el cuello. Cosa que nunca había hecho, y me comenzó a desabrochar todo lo desabrochable. Algo inesperado, por decir poco. Fue entonces que me di cuenta de que su sombra no era precisamente de su silueta, era mas grande, como si estuviera engulléndome. Exitado le saque las últimas prendas, que retenían todo lo que pensaba recorrer con mi boca. Otra vez S, fue mas rápida, mi ropa estaba en el suelo y su lengua ya bajaba de mi ombligo y mis ganas eran agua hirviendo en su boca, ese fue el último momento que recuerdo.

Ahora no tengo claro lo que soy, cuelgo del techo de la Suite Dragón junto a otras cientos de lamparitas rojas de papel. Y de vez en cuando veo que una pareja entra a escondidas y los fulmina la maldición del Motel Dragón.