lunes, noviembre 28, 2005

Decadencia entropica

estoy despalda en la cama mirando la oscuridad lamer mi sudor, y la pieza apesta a sexo. la cortina fornica con el viento en un baile majestuoso, invitando al resplandor rojo de la ciudad ,que se cuela despacito, a formar un trio. me importa un carajo el mundo de afuera, sus bullas, sus silencios, sus pateticos intentos de ser algo perdurable, y su notable decaer entropico en el abismo del olvido. lo unico que me importa es la tibieza que a dejado a mi lado su ausencia, el susurro de su piel mientras camina en puntillas hacia el baño para no despertarme. como si pudiera dormir al lado de una mujer como esa...
la escucho mear, limpiarse y tirar la cadena. no se lava las manos, y no me importa. le meti la lengua por todos lados antes de saber su nombre, y despues de acabar ella me pregunto el mio. le menti, y si esta enferma de algo ya se me pego en el alma. se mete despacito en la cama y pega sus pies helados a los mios, y la envuelvo en mi abrazo y la comienzo a besar.
estamos rodando en la cama y la oscuridad se estremece con nuestros cuerpos hambrientos devorandose hasta la sombra, y la pieza apesta a gemidos y sexo. la cortina y el viento nos contemplan ahora en nuestro majestuoso baile, y el resplandor rojo de la ciudad se une a nosotros, enmarcandonos en la pasion oculta que late bajo el asfalto de la ciudad. me importa un carajo el mundo de afuera, sus peligros y advertencias, su moral y su sentido comun. me importa ella sobre mi, salvaje como una fuerza de la naturaleza, y la decadencia entropica que me va sumiendo lentamente en el abismo y el olvido.
la oscuridad lame mi alma mientras me visto, y sin preguntarle el nombre emprendo mi camino. Su nombre seria un tormento que enmarcaria su rostro con fuego en mi alma culpable, el dia que se entere que le pegue el sida.

viernes, noviembre 11, 2005

Tu cultura es un Jabón.



En mi experiencia hueviar con minas ricas es casi peor que una mina fome. Aquí hay unas cuantas princesitas que aparte de ser mas tontas que un hipopótamo down, tienen un séquito de sacos de hormonas babosas que les besan los pasos y celebran lo hermosos que son cada uno de sus pedos y eructos... en lo personal prefiero besar mojones ajenos que la mano ensortijada de una sueca que baila peor que gloria trevi metiendote el pelo en la cara con el swing de los 80s...

Debe ser porque he pasado muchos años persiguiendo a ese tipo de mujeres, las que cumplieran con mi campaña super-modelo... Lamentablemente no me daba cuenta de que entre mas bonitas son, menos idea tienen de como prender un calefón.

Que no se engañe nadie porque igual me meto en su cama, igual siento celos de sus novios nuevos, igual me pongo rojo cuando me ponen las tetas en la cara. Lo fuerte es cuando te miran llorando lágrimas de cocodrilo y dicen "porque ya no me quieres?", decirles:
- porque nunca te quise a ti entera, solo quiero tu cuerpo, te quiero en pedazos, el resto de ti no es horrible, es peor, no es nada, es un salven a las ballenas usando palabras lavadas en MTV, con ese jabón que llaman cultura.

Alguna vez voy a decirles lo que siento. Uno de esos días grises donde me mire y me diga, "no me dices que te gusto suficiente, no como los demás". Pero mi dolor retorcido para ella es insignificante, porque no lo ha sentido, y dudo que lo sienta.

domingo, noviembre 06, 2005

Tornillos y Nenas (Polaridad Inversa)


A continuación, copy-paste de un mail que me llegó:

"Hola. Quiero contales cómo un día al despertar encontré mi cuerpo transformado en un maniquí de plástico.

Fue una metarmorfosis instantánea, como la de la cucaracha: Una mañana cualquiera, después de casi acostarme con un delicioso machote bien galano, amanecí convertida en aquella cosa. Primero me di cuenta que mi pie izquierdo, o mejor dicho, la esencia material de mi pie izquierdo, había transmutado desde piel-carne-y-huesos a plástico. Una observación posterior me reveló que no sólo mi pie izquierdo se encontraba en esta situación, sino que todo mi cuerpo. Mis cuidadas manos, por ejemplo, (que me costaban 50 mil pesos mensuales en manicure) se habían transformado en la versión gigante de las extremidades de una barbie falsa, con los dedos pegados unos con otros y la desvergonzada línea del molde flameando indecorosamente. Además, las articulaciones más notorias (como las rodillas, los codos o aquellas que unen las piernas con las caderas) habían sido reemplazadas por inhertes mecanismos basados en tornillos, hilos mecánicos y tuercas. Evidentemente, era incapaz de realizar movimiento alguno y sentía punzadas de dolor cuando lo intentaba.

Al contrario de la cucaracha, traté de encontrarle una explicación al asunto. Repasé metódicamente los eventos más recientes de mi vida. Rememoré comidas, actividades recreativas, situaciones peligrosas, emociones intensas, exposiciones radioactivas y cualquier otra situación que, según la literatura o la ciencia ficción, hubiese sido posible causal de aquel estado. Lamentablemente, aquella lógica no me llevó a ningún resultado. Mi vida, hasta aquel entonces, no me exponía a radiaciones nucleares (que yo sepa), ni comidas extrañas ni emociones intensas. Mi vida había sido completamente normal hasta aquel momento. Mis rutinas semanales incluían ejercicios en el gimnasio, dietas hipocalóricas, sesiones de cuidado de cutis, quizás una tarde de solarium, vitrineos múltiples y revolcones con la pareja de turno. Nadie se convierte en un maniquí por hacer estas cosas, ¿o sí?

La nueva quietud de mi cuerpo hueco me daba el tiempo de reflexionar. Recordé la extraña sensación que me causaban los maniquíes de las vitrinas. Por alguna razón los odiaba. No soportaba verlos detrás de los cristales con la mirada vacía, luciendo orgullosos sus prendas nuevas. No soportaba sus cuerpos imperfectamente perfectos, sus coquetas sonrisas eternas. Una caminata por el Parque Arauco se volvía un pesadilla entre aquellos seres huecos acechando con su hostil inocuidad, ejecutando infatigablemente la orden de sus amos.

Y ahora yo era uno de ellos. En realidad siempre lo había sido. Los odiaba porque eran mis iguales. Vivía rodeada de ellos y haciendo lo mismo que ellos. Si bien yo tenía la facultad de trasladarme por el espacio, en el fondo era uno más de ellos, cargando ropa nueva, luciendo como una tonta mis trajes de marca y mis zapatos caros, haciendo publicidad gratis y mirando al mundo con una sonrisa vacía. ¿existía acaso un final más adecuado para mi vida que terminar como una maniquí?

En la última noche 'semi-humana' que recordaba, manejaba a mi casa sumergida en pensamientos similares. Cuando llegué, Roberto metió sus manos bajo mis faldas para saludarme. Le dije que no quería sexo, que no estaba dispuesta, que soltara mis piernas pues no me sentía bien. El no quizo soltarme y comenzó a besarme los muslos. Ahí entendí que para él yo era nada más que una muñeca sexual. Cuando rememoraba esto, ya transformada en maniquí, comencé a recordar los detalles de mi mutación: Roberto se puso furioso cuando me negué a sus caricias y se puso mucho peor cuando le pedí que se fuera de mi casa. Entonces tomó una silla de la cocina y con su fuerza descomunal me la tiró a la cara. Después descargó su ira dejando caer sus puños sobre mis costillas, mi rostro, mi vientre y mis senos. Posteriormente siguió resolviendo su furia con mi departamento. Cuando volteó la mesa del comedor, aplastó mi pierna izquierda.

*

Cuando desperté, me encontré en una pieza de hospital. Mi piel de maniquí se había ido con el sueño pero había aparecido una gruesa capa de yeso y vendajes clínicos. Afortunadamente, ya no estaba hueca."