sábado, julio 21, 2007

Cartas de Brasil

Una fábula-sexual-urbana contada en 1era persona:

La luna, despedazada por la persiana, prendía con sus esquirlas luminosas las sábanas de mi cama. El reloj avanzaba hacia la hora esperada y mi mente, que debía concentrarse sólo en un nombre, navegaba por donde quería.

"Lucinda".

Debía pensar en Lucinda

"Lucinda Cabral"

Cabral es un apellido que siempre me ha sonado muy brasilero. Lo mismo me ocurre con "Becerra", "Duarte"... generalmente porque conozco gente brasilera con esos apellidos. A excepción de "Duarte", pues no conozco a ningún brasilero con ese apellido... yo creo que asocio "Duarte" a ese país por "Chico Buarque", un cantante brasilero, nada que ver con Duarte, pero seguramente el parecido fonético es el causante de mi asociación.

"Lucinda Cabral" volvamos a "Lucinda Cabral"

En la carta mencionaban varios nombres: Lucinda Cabral, Roberto Otero...

Mi problema sería solucionado si combinaba esto con métodos de medicina tradicional. Al menos eso decía la carta. Pero para mí ya no existe una solución tradicional. Las he probado todas y no hay solución. Vengo de vuelta con esto de los médicos y sus recetas:
- Tu problema está aquí - me dicen señalandome la cabeza (la encefálica). Después intentan convencerme de ir a un siquiatra, o un sicólogo, como si yo tuiviera algún trauma o alguna tranca o...

"Lucyn.." Lucy in the skyyyy with.... "Cabral"

"Lucinda Cabral" no te desconcentres!

"Lucy in da Cab, ral"...no..."Lucy in da Cab, pal"

¿Era ese movimiento un temblor? ¿por qué la luna ya no se veía por la ventana?

Entre todo ese caos habitual en mi cabeza me empezó a dar un miedo horrible. Debo confesar que me meé un poquito... escuché dos crujidos reales en la madera del piso..

¿Qué son esos...pasos? ¿Acaso los médicos brujos del brasil no venían en forma espiritual y operaban "astralmente"?

Después escuché un montón de ruidos fuertes, todos afuera de mi habitación. Sonaban como una banda de viejos jardineros desquiciados, corriendo por mi casa, todos sonando con sus herramientas metálicas y vestidos (como debía ser) con esos ridículos pantalones de mezclilla...

Creo que antes de lo peor, el ruido paró un segundo. Se detuvo sólo para hacer aún más impactante lo que venía, como en esas película de Wes Craven en la que te asustan poniéndote una mano sorpresiva que tapa un gran espacio blanco, junto con un sonido explosivo que te saca del asiento.

La ventana se abrió de golpe y la pieza se vió súbitamente invadida por la luz de la luna y un millar de hojas secas (era otoño aquella vez). Traté de levantarme pero no podía, algo me tenía pegado al colchón....el viento botaba por el piso todos mi cuadros y libros....Además, de pronto ví que una sombra en el techo, una sombra extraña que nunca había visto en mi techo (y las sombras en el techo de la pieza de uno son de esas cosas de las que uno tiene un recuerdo absolutamente perfecto de cómo son, pero rara vez uno se da cuenta de ello ), comenzaba a cobrar volumen y a moverse y tomar forma...unas formas...una forma fémenina....una gorda y voluptuosa forma femenina que caía como una pluma sobre mí, con sus inmensas piernas negras abiertas y unos senos descomunales, como una especie de humo antropomorfo, más vieja-gorda-morpho, que bajaba lentamente hacia mi pelvis, con una precición de calce sexual que superaba al más vicioso jugador chino de tetris que el mundo haya logrado concebir alguna vez.

Traté de preguntarle al humo por Lucinda Cabral, pero mi cuerpo no obedecía ninguna orden. Sólo pude ver, y también sentir, como el humo negro se volvía cada vez más corpóreo y humano. Poco a poco la trama vacua del humo se fue tornando piel, sudor, pezón y diente. En segundos tenía a una negra de 100 kilos frotándose, transpirando y gimiendo con los ojos en blanco sobre mi pelvis.

En medio de aquella tortura medieval, en la que mis caderas amenazaban con implotar en el coxis, en la que no podía despegar mis ojos de ese ser inmenso que lo abarcaba todo, en la que mis oídos no podían no escuchar nada que no fueron esos gemidos, en la que ni el olor ni la temperatura podían serme indifirentes.... me pareció comprender...

"Lucinda Cabral" - imposible no pensar en ella

A la mañana siguiente había mucho que ordenar. Ojas secas por todos lados, adornos revueltos. Si hubiera sido en vano lo habrá mandado todo a la mierda, pero no fue así. La noche anterior me había curado. Tuve la primera erección duradera (frente a una mujer) y culminé el primer acto sexual de mi vida.