domingo, septiembre 25, 2005

Jóvenes Sementales (3)

Ayer recibí una alegre noticia de una amiga en el Líbano: su canguro preferido, Eno, le había hecho doce marsupialitos a Beatrice, la mascota del cónsul italiano. Como yo de mamiferos solo se que me la mamen, le pregunté a esta amigui -Clarita- si es que era normal que los canguros fueran tan buenos pa'la cachiporra...
"Son unos atletas del sexo", me dice, "y además este lo tengo entrenado desde chiquilín: Enito ve el día entero porno: sexo con poto, pico de toro, en grupos, con máquinas, todos con todos, todos con ninguno, submarino, de maleta, punto rojo y candado chino"
Yo, entre medio incrédulo y medio admirado empecé a preguntarme que bolsa podía soportar tantos animalejos, o sea, yo creo que con mellizos ya la cangura queda con lumbago y no quiere saber más.
¿Saben con que me sale la Clarita? "Es que yo le hago de canguro a la del cónsul, no hay nada más hot que crezca un marsupialito en el útero, además así se me quitan las ganas de ser mamá"

Las clientas de medio oriente son las más raras pero la Clarita fue la que me desvirgó a los 11, cuando mis papis me llevaron a un prostíbulo en Quilpué pa que me hiciera hombre... diría que le guardó un cariño especial, aparte que como de chico era aún más calentón, la viejuja quedó prendado de mí y me dijo que me dedicara al puteo. Ahora los roles se invirtieron.

Clarita, le dije, ¿no se te ha pasado por la cabeza hacer lo mismo pero con niñitos de colegio del barrio alto, onda comprar guagüitas en adopción y entrenarlas a ser feroces como león de circo escapado?

"Jujujujuju" se rio la culiá, "Tengo un amigo, dueño de unos chinos en antonio varas con provi que ya se te adelantó, pendejo"

Y me cortó.

Mujerón (2)

Nos encontramos en Providencia. Los dos estábamos nerviosos y hablamos poco. Trató de preguntarme dónde la llevaría, pero mantuve el secreto hasta el final. Después de terminarme el concho frío del café le tomé la mano y comencé a guiarla.

Ella estaba muy nerviosa, mucho más que yo. Yo sentía la excitación propia a cualquier acción que desencaja de la rutina, pero a ella le temblaban las piernas y las manos. Se encontraba en precaria situación ante lo desconocido...ni se imaginaba la sorpresa!...

Un par de cuadras, el sol desteñido de una opaca mañana. Elena con su pelo tomado y su vestido veraniego me mira a veces, desconfiada de mis pasos. Por fin el edificio baña nuestra mirada. Le pedí que cerrara los ojos, y entramos...

Mientras nos acercábamos a la última puerta le expliqué el por qué de todo.
- Elena, tú me lo pediste y yo sé que lo necesitas. Una vez dentro no te arrepientas de nada y sólo piensa en lo profundo de tus deseos (estoy listo para ganar una gaviota)... te sorprenderás, lo sé, pero valdrá la pena.

Abrí la puerta, dejé entrar a Elena y cerré por fuera.

Cuarenta amantes púberes de blancas camisas, azules chaquetas y plomos pantalones sabrán hacerle bien.

viernes, septiembre 16, 2005

Mujerón

No pude con ella. Uffff..., era mucho. Mi creatividad desbordante, mis articulaciones completamente desarticuladas, mi sudoroso esfuerzo y toda la experiencia reunida, fueron insuficientes para saciar su sed. Agotado, sin aire y decepcionado de mi actuación, me di por vencido. Le dije que le devolvería el dinero pues conmigo el gozo viene garantizado. Ella, sin mirarme, ignoró mis palabras y pidió ayuda.

Yo me declaré incapaz de contener el manantial de sus deseos. Le ofrecí contactarla con otros trabajadores (uds, cabros) con los cuales pudiera empatizar mejor. Quizás nuestros ritmos eran diferentes y probablemente necesitase de otros sabores. Le recomendé un bailarín de polka, un jockey profesional y un paisa argentino. Pero ella se había quedado silenciosa, no me respondía y ni siquiera me escuchaba. Me interrumpió cuando yo alegorizaba el sexo con el funcionamiento de una máquina expendedora: - Necesito algo más fuerte, una experiencia anim...- me dijo antes que yo alcanzara a taparle la boca, horrorizado de lo que no alcanzó a decir.

Después Yo fui el pensativo. Ella trataba de convencerme de su necesidad "veterinaria" con insospechada elocuencia mientras yo sólo trataba de ordenar mis pensamientos. Me decía que necesitaba de una fuerza masculina, pero no quería un hombre, quería su esencia.

Después de un rato, tras un largo silencio de cigarrillos y palabras, le propuse una solución y a ella pareció gustarle. Acordamos reunirnos en una esquina cierto día, a cierta hora. Ella vendría con su ropa interior de encaje roja, bajo un vestido liviano y veraniego. Después de todo no era una mujer fea. Nos despedimos. Ella se fue nerviosa, con el corazón en síncope. Yo me quedé taciturno, cuestionando mi conciencia.

martes, septiembre 06, 2005

Rapida Inquietud

Hace tiempo que no quedaba tan agotado. Yo, a un lado en la alfombra, y ella arriba de mi cama, enredada entre las sábanas. Enonces por primera vez me habló. Me dijo que me parecía a su padre. No supe que decirle cuando al preguntarle cuál era el parecido, ella me respondió con toda naturalidad que había gritado como su padre lo hacía cuando gozaba un orgasmo.