lunes, mayo 12, 2008

No más discriminación

El titular sobre un asesino en serie que degollaba caminantes nocturnos con un rústico cuchillo oxidado, me había dejado pensativo. Decía "No + Discriminación", citando el escueto epitafio que el "descorchador" de hombres ofrendaba sobre el cuerpo de sus víctimas. Me imaginé que el asesino era un quijotesco justiciero que resolvía las diferencias entre discriminadores y parias, quitándoles a los primeros tanto su capacidad de exluír hombres de la sociedad como la de contener sangre dentro del propio cuerpo. No sabía que me enteraría de la verdad con la cabeza inmovilizada y el filo de una navaja jugando con mi manzana de adán.

Los llamados "matinales" en la televisión hablaban sobre un cambio en el comportamiento de los santiaguinos. Se hablaba que ya nadie decía chistes sobre gays, travestis ni ninguna minoría frecuentemente ridiculizada. Llamados telefónicos en estos programas confirmaban además que todos los habitantes comenzaban a tratarse bien entre unos y otros. Vendedores, choferes de micro, conserjes, clientes, ricachones y cajeros habían dejado de lado sus habituales groserías, malos humores e impaciencias reemplazándolas con mucha cortesía, amabilidad y paciencia. Los animadores del matinal, por su parte, bendecían este efecto colateral de los asesinatos, argumentando que por fin "la gente" aprendía a ser "buena onda", pero que a pesar de esto, lo que hacía ese señor "donde quiera que estuviese" estaba muy mal.

Mi café siempre se amargaba un poco más cuando lo acompañaba con estas reflexiones matutinas. Por eso aquel día le puse cuatro cucharadas de azúcar. A las 8:15 en punto salí del local y caminé hasta el paradero de las micros. Siempre he desconfiado de la gente que se dice "abierta". Esos que dicen que no les importa que un matrimonio gay adopte, que aceptan el aborto incondicionalmente, que apoyan la legalización de las drogas como un dogma. La gente que lucha por todas estas cosas a la vez es irresponsable del destino de la humanidad y su opinión es dictada por la moda. Conozco muy pocas excepciones. Peor aún es cuando estos tipos se traen causas "verdes" y hacen fiestas a las que asisten ebrios de alcohol producido por industrias neo-Capitalistas. Los extremo-liberales son mucho más peligrosos que los ultraconservadores. No se puede confiar en un extremo-liberal. Se dicen tolerantes, pero vomitan antes de escuchar a un cura o alguien que parezca opinar lo contrario. Lo más peligroso de todo es que según ellos, su forma de pensar se argumenta en la razón, sin embargo no se dan cuenta que la arena en donde pelean sólo hay dogmas y supuestos.

Ese día de trabajo fue absolutamente normal, aunque reconozco andaba un poco depresivo. Era de esos días en que uno encuentra feo al resto de la gente. Te subes a la micro, miras al lado y los encuentras a todos repugnantes y hediondos. Había tenido un rompimiento amoroso reciente y no se esperaba de mí el mejor ánimo del mundo. En el viaje de ida me fui pensando en los odiosos y "abiertos" comentaristas del "matinal", que agradecían que "la gente" (sin incluírse ellos mismos) comenzaban a civilizarse. En la oficina no logré producir mucho. Me demoré 14 minutos más de lo acostumbrado en almorzar, tuve que ir al baño tres veces a causa de un molesto dolor de estómago y cuando me sentaba en el cubículo me costaba mucho esfuerzo concentrarme.

Salí a las 19:16 del umbral del edificio de oficinas. Pasé por una farmacia y compré unas cápsulas para salir de aquel permanente estado de náusea. - Tenga cuidado - me dijo una agradable señorita que atendía - la policía rastreó evidencias del psicópata y averiguaron que antes de todos sus crímenes tomó micro en ese paradero. -No se preocupe, señorita- dije sin evitar mirarle el escote por una décima de segundo - yo soy tremendamente tolerante.

Salí y me dirigí rápidamente al paradero atestado de gente. En la espera, traté mentalmente de apurar el bus para subirme antes de la llovizna, pero evidentemente no lo logré y antes de sentir alguna pequeña gota en mi cara, comenzó a caer un aplastante aguacero. Cuando por fin llegó la micro un punk se me puso delante con alguna violencia - linda carterita- pensé yo mirando su bolso ridículo lleno de cosas brillantes. Por el asunto del asesino serial, no me atreví a decirle nada. Además, la lluvia, la gripe y la decepción amorosa me tenían la mente nublada. Sólo quería entrar a ese bus, llegar a mi casa, cerrar los ojos y no existir más... pero no sabía que el encuentro con aquel punk podía acelerar aquel proceso, saltando algunos pasos...

Una vez arriba, ya no quedaban asientos y el pasillo estaba bastante lleno, abarrotado de monstruos humanos. Los veía a todos exhaustos y deformes. Con narices demasiado grandes que emitían gas y humedad caliente de sus cuerpos. Esa humedad la sentía en la piel, la olía y la veía en las ventanas empañadas. El calor ahí dentro era insoportable y contrastaba enormemente con el frío del exterior. En esa atmósfera caliente y asfixiante respiramos todos los pasajeros casi el trayecto completo a mi casa. Digo casi porque mi viaje se interrumpió cuando vi la mano del punk, enguantada con esos sin-dedos de cuero negro, apretar de lleno la voluptuosa nalga de una supuesta mujer quien, se dió vuelta rápidamente en un acto reflejo y no se molestó en revelarme toda su masculinidad mostrando su curtido rostro pintarrajeado y propinándome un gratuito "soplamocos" que hizo rebotar mi cabeza en una de las barras de apoyo del bus. No pude decir nada, empecé a respirar rápidamente por el susto, atragantándome con la sangre que se diluía en mi catarro. Me acerqué al botón de "parada solicitada", lo presioné y, apenas la micro se detuvo, salté puertas afuera a la lluvia.

Las lágrimas brotaban de mis glándulas excitadas por el golpe y apenas podía ver. Notaba que estaba bastante cerca de mi casa, como para seguir caminando, y noté además que ambos pies se habían empapado hasta las canillas, sumergidos en una posa apenas pisada la "tierra firme". Empecé a avanzar lentamente, mientras intentaba evaluar los daños producidos por el golpe. Aparentemente la nariz no se había roto, pero dolía infernalmente, y con el golpe en la barra se me había hecho un corte en un costado de la cabeza que sangraba animadamente, y chorreaba calor por la oreja, el cuello y el hombro. Sólo noté que alguien se había bajado detrás mío en el bus después de caminar una cuadra y media.

Cuando me detuve a media cuadra para "sonarme" la sangre de la nariz, al detener mi caminata, esqueché pasos detrás mio que solo se detuvieron un segundo después. Me imagino que venía caminando al mismo ritmo mio para que no le escuchara y no preveyó mi brusca parada y dio ese paso en falso que yo no debería haber sentido. Entonces, cuando yo me empezaba a voltear hacia mi seguidor, éste comenzó a correr hacia mi. Traté de escaparme, pero nunca fui bueno para las carreras y el tipo en una fracción de instante me tenía con la cara sujeta por la frente y con un cuchillo al cuello.

En un principio pensé que era el travesti violento, pero luego, por el característico guante sin-dedos me di cuenta que mi agresor era el punk.
- Yo soy el asesino, naricita linda - me dijo susurrando - pero yo soy bueno y te daré, como a todos, una oportunidad de salvarte. Debes responder correctamente lo que te voy a preguntar o te mato
- G-g-gracias -dije yo plenamente conmovido ante mi precaria situación
- Nada se me escapa - dijo apretando el cuchillo en mi garganta - oíste? tienes una sola oportunidad...así que dime naricita, sin equivocarse: ¿por qué razón te voy a matar?

Uno ve o se entera de este tipo de escenas violentas por los libros o las películas y uno está tan acostumbrado que cuando las ve ni se inmuta. Les cuento que estar allí, con un cuchillo al cuello, la nariz sangrando, la cabeza palpitando, los pies mojados y un psicópata que te pregunta algo que no tienes puta idea que responder, la cosa cambia. Eres capaz de mearte en plena calle y llorar descarnadamente. Eres capaz de desmayarte ante el solo impacto de tener la vida pendiendo de un hilo o, como es en el caso, a punto de ser descerrajada por la garganta. Yo no me desmayé, pero si me oriné. Y pensé también en la absurda respuesta que tenía que dar, pues ya que soy muy cuidadoso con mis expresiones en la calle, sabía que era imposible que yo le haya demostrado a aquel punk alguna pizca de discriminación, desprecio o algo así... soy muy cuidadoso en eso...desde siempre. Era verdaderamente infactible que él haya notado alguna impresión mía, al no ser que...

- Me leíste la mente - dije en un raro arrebato mágico-infantil que tuve en ese minuto, que no sé de donde salió, pero la respuesta del punk me contentó bastante y me tiene muy pensativo desde aquel entonces
- Muy bien, naricita, muy bien... ¿te pareció linda mi carterita?... leo la mente naricita, no puedes ocultar nada al asesino omnisciente... mato a los que discriminan con el pensamiento, ¿entiendes? pero aún así te salvaste. Ahora, apenas suelte el cuchillo corre llorando a tu casa. Oíste, Roberto Naricita-Roja? Sé que escuchaste bien... y una última cosa, no me llamo "punk", mi nombre es Luis.