jueves, agosto 25, 2005

Deseo

La noche se me pega al cuerpo cuando salgo de tu casa. Es que huele el sexo reciente pegado a mi piel, y los mil besos que dejaste escondidos en mis labios. Camino presuroso por la espesura de la cuidad negra, esquivando todo aquello que aleje tu recuerdo de mi. Así me pierdo por calles pequeñas y silenciosas, que me permiten vagabundear por los momentos hace tan poco compartidos. Recorro una y otra ves tu cuerpo en mi mente, y recuerdo cada detalle que mi mano hambrienta saboreo golosa, mientras tu aroma me envuelve como la mas fina seda. Es que cualquier camino se hace corto cuando camino contigo, pegada aun por el recuerdo a mi piel. Y es que ni la ciudad ni la noche, ni los pocos transeúntes que me cruzo, comprenden por que sonrío tan burlonamente aun a la muerte, o por que miro la oscuridad con aires de victoria arrebatada. Si te hubieran amado como lo hice esta noche, ellos también reirían...

Me estoy volviendo loco de deseo al medir el tiempo que estarás lejos, y desespero al pensar que agradecerás los brazos que otro te ofrezca. Pero es mejor así, por que entonces sabrás lo que valen mis besos, y entenderás que nadie te acariciará como puedo yo hacerlo. Ve y ponme prueba, y averigua el valor de mi cariño.

¿Como voy a aguantar todos estos días sin enloquecer de deseo? ¿Por que no te llevaste también el recuerdo? Mala mujer, me embrujaste con tus besos, con el sabor de tu sexo, con el gemir suavecito de tu orgasmo. Me agarraste por el lado animal, que no piensa ni mide consecuencias, que simplemente se entrega. Por que ahora estas bajo mi piel, metida en mi sangre, y cada vez que siento el deseo, veo tu rostro, y tus ojos me dicen ven...

...el sabor de tu piel, el sabor de tu piel me envenena dulcemente...

Quiero morir en tus brazos, ahogado por tu aroma, ahorcado por tu lengua, asesinado por tus suaves y dulces manos que me dan el placer que encamina al hombre al infierno, que lo lleva a perderse de sí mismo en los infinitos senderos del placer...

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