viernes, septiembre 16, 2005

Mujerón

No pude con ella. Uffff..., era mucho. Mi creatividad desbordante, mis articulaciones completamente desarticuladas, mi sudoroso esfuerzo y toda la experiencia reunida, fueron insuficientes para saciar su sed. Agotado, sin aire y decepcionado de mi actuación, me di por vencido. Le dije que le devolvería el dinero pues conmigo el gozo viene garantizado. Ella, sin mirarme, ignoró mis palabras y pidió ayuda.

Yo me declaré incapaz de contener el manantial de sus deseos. Le ofrecí contactarla con otros trabajadores (uds, cabros) con los cuales pudiera empatizar mejor. Quizás nuestros ritmos eran diferentes y probablemente necesitase de otros sabores. Le recomendé un bailarín de polka, un jockey profesional y un paisa argentino. Pero ella se había quedado silenciosa, no me respondía y ni siquiera me escuchaba. Me interrumpió cuando yo alegorizaba el sexo con el funcionamiento de una máquina expendedora: - Necesito algo más fuerte, una experiencia anim...- me dijo antes que yo alcanzara a taparle la boca, horrorizado de lo que no alcanzó a decir.

Después Yo fui el pensativo. Ella trataba de convencerme de su necesidad "veterinaria" con insospechada elocuencia mientras yo sólo trataba de ordenar mis pensamientos. Me decía que necesitaba de una fuerza masculina, pero no quería un hombre, quería su esencia.

Después de un rato, tras un largo silencio de cigarrillos y palabras, le propuse una solución y a ella pareció gustarle. Acordamos reunirnos en una esquina cierto día, a cierta hora. Ella vendría con su ropa interior de encaje roja, bajo un vestido liviano y veraniego. Después de todo no era una mujer fea. Nos despedimos. Ella se fue nerviosa, con el corazón en síncope. Yo me quedé taciturno, cuestionando mi conciencia.

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