domingo, septiembre 24, 2006

El Armario Infinito (final)


Entonces abrí los ojos y vi las puertas abiertas del armario, como una mujer que separando sus piernas ofrece su interior a la escencia masculina. La luz de la afiebrada luna de aquella noche violaba la oscuridad y, dentro del mueble, distinguí en las líneas de una masa informe las voluptuosas figuras de una multitud de mujeres desnudas que buscaban mi atención. Gemidos esporádicos, gritos, cantos, caderas meneándose. Cabelleras largas y cortas, mujeres obesas, mujeres esqueléticas, mujeres fértiles, mujeres fibrosas. Negras, blancas, albinas, trigueñas, niponas y polinésicas.

Tenía a mi disposición un menú universal de mujeres. Un palpable globo terráqueo de cuerpos femeninos. Descubrí que con mi pensamiento podía decidir quien salía del armario y pasaba a mi cama....

Entonces elegí que una mulata de cabellos rizados y una caucásica de senos poderosos me acompañasen aquella noche. Ellas no hablaron en ningún momento y se dedicaron completamente al amor hasta el momento en que desperté y ellas ya habían desaparecido.

Entonces mi vida dio un vuelco. Salía del trabajo caminando apurado a mi casa... apenas entraba me prepara algo rápido para comer y me metía a la cama para quedar dormido lo más rápido posible...después venía ese pequeño despertar y luego la lujuria insensata. En menos de un año exploré todas la combinaciones de mujeres que mi mente podía imaginar.

Una vez follé a 7 mujeres en paralelo. No me preguntes cómo.

Al principio vivía obsesionado con el mueble y vi mi vida convertida en eso. No por nada pues tenía a mi disposicón un objeto mágico que mezclaba las crónicas de narnia, el señor de los anillos y una película porno. Me imaginaba al gral de las sopaipillas revolcándose en su esquina: "my precioussssss!!!!"...

Después de un buen tiempo el asunto se fue calmando y pude comenzar a tener una vida prácticamente normal. El ejercicio constante me tenía en buen estado físico y con el cerebro bien oxigenado. Me ascendieron en la empresa, las mujeres me miraban en la calle y, casi por arte de magia, aprendí a bailar. Cierto día conocí a mi esposa, me enamoré perdidamente y me casé. Dos días antes del matrimonio salí a la calle, busqué un adolescente feo y espinilludo y le regalé el armario.

Cuando se lo dí, sentí que había hecho la mejor acción de mi vida. Yo ya no quería el ropero y él lo necesitaba enormemente. Después de todo, el general de las sopaipillas cagó por el alcohol y no por culpa del armario infinito.

4 comentarios:

pachanka dijo...

yo tengo un bar que es parecido al armario, lamentablemente, soy mas como el general sopaipilla que un joven con espiritu de empresa neoliberal.

Orangú del Norte dijo...

jajajajajajajaja

ya tenemos nombre para el bar que alguna vez tendremos.

"El Armario".

JAJAJAJAJAJA

saludos pachi, si no nos vemos el 28 te corto uno cuando te vea.

Mantoscuro dijo...

oye....
donde se consigue un armario como ese????
es como de las mil y una noches

tiomemo dijo...

Los venden algunos sopaipilleros santiaguinos